lunes, 19 de julio de 2010

Mi libro en blanco con las cubiertas de fieltro

    El libro con las tapas de fieltro que se ve en la imagen fue el primer compendio de documentos que no arrojé a la basura o a las llamas de una hoguera (seguramente porque, hasta entonces, siempre escribía o abocetaba en hojas sueltas fácilmente desechables). Reconozco que siempre he virado un poco al melodrama, y destruir notas me parecía entonces uno de esos gestos románticos que tan a menudo vemos en las películas… Gracias a Dios (a cualquier dios, se entiende) empecé a preocuparme más por mi memoria y menos por mis continuos ataques de melancolía.

    
    Durante dos años (concretamente, entre octubre de 2007 a abril de 2009) llevé este libro siempre conmigo, día y noche, hiciera frío o calor, y apuntaba en sus páginas blancas todo aquello que sirviera como desahogo. Por supuesto, podía pasar días olvidado en mi bolsa, como también podía pasar horas siendo escrito, rasgado, tachado, cosido, pegado… manipulado, al fin y al cabo, con algo que aun me parecen más trazos que pensamientos coherentes. De hecho, nunca he considerado nada de lo ahí escrito como definitivo, sino como pensamiento fragmentado, pequeñas palabras o garabatos que viajaban a la deriva por mi cabeza en un momento concreto (si bien es cierto que, en ocasiones, algunos de esos garabatos o palabras supusieron el principio de algo más –como, por ejemplo, los trabajos con cinta adhesiva).
    
    Entre las páginas del libro de fieltro se pueden encontrar pequeños inicios de relatos, poemas, opiniones, bocetos de obras olvidadas, fotografías, entradas de cine o de conciertos… si tuviera que explicarlo con pocas palabras, debería decir que es algo muy personal, un pequeño pedazo de mi mente que se volcaba sin cuidado sobre trozos de papel (por supuesto, ser personal no implica ser bueno; de hecho, mucho de lo escrito en esas páginas son sólo pequeñas pinceladas, pequeños apuntes de ideas que nunca llegaron a nada).

    Poco a poco iré subiendo páginas del libro (sólo las que tengan algún tipo de interés especial para mí), pero no esperéis que explique lo que significó escribir cada una de ellas. Cada página es algo personal, complejo y absurdo a la vez, sin más sentido que el que yo le di el día que hice cualquier apunte en ella.

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